Cuando las emociones nos abruman, ¿qué hacer?

Cuando las emociones nos abruman, ¿qué hacer?

Cuando las emociones nos abruman, ¿qué hacer?

Escrito y verificado por el psicólogo. ObtenerCrecimientoPersonal.

Última actualización: 15 2021 noviembre

Cuando las emociones nos abrumen, detengámonos y respiremos profundamente. Todos habremos experimentado esta sensación durante una discusión o cuando la ansiedad, siempre alerta y al acecho, toma el control de una situación y nos hace prisioneros. Estos secuestros emocionales son devastadores; sin embargo, siempre tenemos herramientas útiles a nuestro alcance para no perder el control.



Hay quienes son más vulnerables a las inundaciones emocionales; mientras que otros tienen un dominio propio de hierro gracias al cual gestionan uno a uno cada uno de estos "Amenazas emocionales". Como alguien que traga a la fuerza un trozo de comida sin masticarlo primero. Sin embargo, ninguna de las dos estrategias suele producir los mejores resultados cuando las emociones nos abruman.

La huella de estos complejos universos emocionales quedará ahí, en la superficie, robándonos la calma y el equilibrio. Así, es habitual en la práctica clínica atender a pacientes que se quejan de lo mismo: “Tengo un problema de ansiedad terrible”, “No sé qué hacer con mi ira, me desborda”, “Puedo gestionar mis emociones , no sé qué hacer para que me dejen vivir”.

Estas declaraciones nos muestran una vez más la inclinación que muestra la población en general sobre este tema. Seguimos pensando en las emociones como algo negativo, que sentir la angustia no tiene ningún propósito, que la vida misma sin la sombra del miedo sería una vida más sensata. Olvidamos, quizás, que estas dimensiones siempre tienen un claro propósito para nuestra subsistencia y nuestra adaptación.

Conocer, aceptar y gestionar las emociones, sin huir de ellas ni negarlas, nos evitará estos aluviones emocionales recurrentes.



Cuando las emociones nos abruman, miramos al horizonte

Cuando las emociones nos abruman, necesitamos buscar la línea del horizonte y concentrarnos en ella por un momento. Deja que el mundo fluya con sus sonidos, deja que la discusión sobre el trabajo siga su curso. Dejamos que ese estímulo que nos asusta quede congelado en el tiempo, cautivo en una dimensión inofensiva. Fijamos nuestra mirada en esta línea imaginaria de paz y permitimos a nuestro cuerpo unos segundos, durante los cuales regulará la respiración, los latidos del corazón, la tensión.

Cuando reina el caos, el mejor bálsamo siempre es la calma. Esto se debe a que cuando el ser humano experimenta un diluvio emocional, apoyar el mecanismo del pánico es la parte más instintiva de nuestro cerebro; y, en estos momentos, todo es caótico, desordenado e intenso. Hasta el punto de que el córtex prefrontal, donde se orquesta nuestra capacidad de análisis, toma de decisiones y razonamiento lógico, permanece “desconectado”.

La amígdala y el viaje directo al miedo o la ira

Cuando las emociones nos abruman, podemos pasar de la calma al pánico, la ira o el miedo en tan solo cinco segundos. ¿Como es posible? ¿Qué mecanismo interno es capaz de hacerse cargo de esa manera? Todos nos habremos hecho esta pregunta alguna vez, y la respuesta no puede ser más fascinante, ya la vez inquietante: todo depende de la amígdala.

Tal y como revela un estudio realizado por la Universidad de Emory, Atlanta, y publicado en la revista Biological Psychiatry, la amígdala modula nuestro comportamiento asociado al miedo, el estrés o la agresión. Se ha demostrado que esta pequeña instalación recoge información del entorno que nos rodea, en relación con las amenazas que nos rodean (reales o no); y siempre nos hace reaccionar con un objetivo concreto: sobrevivir.


Emociones no reguladas, emociones que toman el control

Las personas que desarrollan un trastorno emocional no pueden o no pueden regular sus emociones. Con el tiempo, esta situación genera mayor angustia, hasta el punto de dar forma a una especie de impotencia donde todo está fuera de nuestro control. Por lo tanto, debemos tener claro que emociones que no regulamos hoy nos abrumarán mañana, y si esta situación se vuelve crónica, pueden aparecer ciertas condiciones, como ansiedad generalizada y depresión.


Otro aspecto a tener en cuenta es que en estas situaciones es inútil reprimir emociones o bloquear pensamientos. La clásica idea de “no voy a pensar en esto, o mejor dicho reprimo este enfado o este enfado”, lejos de ayudarnos, puede generar más bloqueos o problemas en nosotros a corto y largo plazo.

¿Qué hacer cuando las emociones nos abruman?

¿Cuál es la mejor estrategia cuando las emociones nos abruman? A menudo, en cualquier contexto psicológico, hacemos uso de la palabra "control emocional". Pues bien, en lugar de "control" sería más adecuado hacer uso del término "regulación", por la flexibilidad y dinamismo que nos transmite esta palabra.

De alguna manera, quienes tienen el control tienden a incluir una mezcla de fuerza y ​​dominio en esta acción. En este caso, mi en el ámbito emocional, es preferible abandonar la resistencia y optar por la aceptación, la gestión, la flexibilidad, la transformación y el movimiento.


Así que veamos qué estrategias debemos aplicar en estos casos.

  • Un estudio publicado en la revista Frontiers in Psychology señala que la regulación emocional no es igual para todos. En otras palabras, no existe una única estrategia que necesitemos para cada situación y circunstancia. La ansiedad de afrontar un examen, una discusión, tener que aceptar una ruptura o incluso una pérdida, hará que tengas que poner en práctica estrategias para sobrellevar la situación.
  • Por otro lado, las emociones siempre existen para un propósito y debemos preguntarnos qué esperan o quieren de nosotros. En consecuencia, mirar al horizonte es siempre una estrategia útil ante un estado de alarma, para entrar en nuestro "palacio" mental y encontrarnos con nosotros mismos. Una vez aquí, tenemos que preguntarnos qué está pasando y por qué.
  • La amígdala cerebral es un centinela que, en la mayoría de los casos, decide movilizar el miedo o la ira. Actúa por instinto y no por lógica. Cuando lo hace, toma el control de nuestro organismo y desencadena todos los síntomas que ya conocemos: taquicardia, náuseas, sudoración, etc.

Cuando las emociones nos desbordan, de poco sirve decirnos “tranquilos, que no pasa nada”. Porque para nuestro organismo y nuestro cerebro está sucediendo. en estos momentos lo más adecuado es calmar nuestro cuerpo a través de la respiración profunda. Inhalar y exhalar profundamente nos ayudará a regular el ritmo cardíaco, relajar la tensión muscular… Y, cuando el cuerpo haya recuperado el equilibrio, podemos llamar a la puerta de nuestra mente y conversar con ella.


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