Cuando la envidia se vuelve grave y patológica

Cuando la envidia se vuelve grave y patológica

Cuando la envidia se vuelve grave y patológica

Última actualización: 15 de febrero de 2020

La envidia devora a la gente y destruye cualquier suelo fértil. Mata todo lo que está vivo y corre con la velocidad de un tsunami. Derriba todo. La envidia es destructiva tanto para nosotros como para los demás. Es un sentimiento que amarga la existencia, sobre todo cuando alcanza su máxima intensidad.

Quizá también nos haya pasado alguna vez sentir envidia hacia otra persona. Por sus cualidades físicas, por ejemplo, o por los objetivos que ha conseguido o por su suerte. La envidia es un sentimiento que todo el mundo conoce al menos un poco..



Sin embargo, existe un tipo de envidia que se dice que es saludable y que no produce ese sabor amargo. Su presencia es como un pequeño golpe en la espalda que nos recuerda lo que queremos o lo que nos gustaría cambiar y que nos deja un regusto de tristeza y melancolía. Un poco de envidia sana no es ni amarga ni destructiva como lo es la patológica.

“La envidia es una declaración de inferioridad”.

-Napoleón-

Escuchar la envidia para que nos ayude

Ya sea sana o patológica, la envidia nos dice que nos falta o pensamos que no tenemos algo. Quizás señala la presencia de un sentimiento de inferioridad que nos impide tener relaciones sanas con los demás o quizás nos recuerda ese sueño que tuvimos y que quedó atrapado en la antesala de nuestra vida. Sea cual sea el mensaje, la envidia siempre tiene algo que decirnos, por eso es importante escucharla.

Negándolo u ocultándolo, no lograremos nada.. La envidia está ahí y quiere advertirnos de algo. De lo contrario, no sentiríamos una punzada en el pecho cuando nos enteramos de la suerte de otra persona. No nos importaría.



Cuando sentimos envidia, tenemos la sensación de que algo se revuelve en nuestro interior. Por eso es importante escucharlo, traducir lo que intenta decirnos, aceptarlo y pasar a la acción. Sí, la pieza a mover está en nuestras manos, de nadie más. Somos nosotros quienes tenemos la última palabra sobre qué hacer con ese sueño inacabado, no lo olvidemos.

La envidia patológica nos destruye

Es cierto que no siempre disponemos de los recursos necesarios para hacer realidad nuestros sueños, pero quizás podamos adaptarlos a nuestras posibilidades y trabajar duro para hacerlos realidad. Por lo tanto, es normal sentir a veces esa especie de pellizco cuando vemos que alguien ya ha llegado a donde nos gustaría ir o en un punto que nos marea solo de pensar en llegar.

El problema es cuando esta envidia se convierte en el centro de nuestras interacciones con los demás.. Cuando domina nuestras relaciones y empezamos a hacer constantes comparaciones entre nosotros y los demás. De esta forma, lo único que conseguimos es desviar la atención de nuestra existencia para volcar nuestra mirada crítica hacia el exterior. Una mirada que intenta encontrar el error, la fragilidad o la debilidad de los demás. Una actitud punitiva que no perdona la felicidad de los demás.

Lla otra persona se convierte en objeto de odio, como nuestra felicidad depende de su desgracia, y nuestra desgracia de su buena fortuna. Un laberinto de malestar que gira en torno al sentimiento de envidia y que tiene el poder de cegarnos cuando tenemos que buscar soluciones.


Transformar la energía negativa en positiva

Ante la trampa de la envidia y el efecto negativo que crea, se vuelve crucial transformar esta energía (dirigida a criticar y encontrar "errores" en los demás) y hacerla positiva, para poder buscar lo que nos hace verdaderamente felices. . Todo el esfuerzo que ponemos en tamizar lo que es externo a nosotros, debemos volcarlo hacia adentro.



Solo nosotros podemos ser nuestro criterio. Es importante asumir que las comparaciones son realmente inútiles. Cada ser humano es único y tiene sus propias fortalezas y debilidades. ¿Por qué compararnos con los demás? No somos la misma persona, no tenemos la misma experiencia, no vemos el mundo de la misma manera...

Cada persona está hecha de manera diferente. Habrá gente "mejor o peor" que nosotros en un ámbito concreto y en otro no. Esto es algo que debemos tener claro si no queremos caer en la trampa letal de las comparaciones.

Una persona puede ser un desastre en matemáticas, mientras que para otra puede ser una materia extremadamente fácil. Sin embargo, puede ser que este último no sea tan creativo como el primero, que en cambio es una explosión de arte y creatividad. Cada persona brilla con luz propia.


Como hemos visto, por tanto, solo viviendo en nuestra realidad podremos enfocarnos en lo que queremos ser y como podemos ser. El mejor aliado para progresar no es la envidia, sino la aceptación, ese apoyo que puede empujarnos hacia lo que queremos y que en ocasiones nos simplifica el camino.

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