Cuando el miedo sofoca el amor

Cuando el miedo sofoca el amor

Cuando el miedo sofoca el amor

Última actualización: 13 agosto 2016

Comencemos con una pregunta: ¿Te imaginas qué pasaría si las emociones pudieran disfrazarse de otras emociones? ¿Qué podría pasar si las emociones negativas pudieran esconderse detrás de las emociones positivas? ¿Podríamos enfrentarlos? Supongamos que ocurre el peor de los casos, es decir, una de las peores emociones se disfraza de una de las emociones más bellas: ¿Y si el miedo tomara el lugar del amor?



El amor entendido como amor romántico, ese "Big Bang" de emociones que estalla entre dos personas y que incluye intimidad, compromiso, atracción, pasión. Un fenómeno que involucra hasta la última célula de nuestro cuerpo, que afecta nuestra mente, nuestras emociones e incluso nuestros gustos y preferencias.

¿Cómo puede esconderse el miedo detrás de una emoción tan hermosa? Imagina vivir en el amor y el miedo. ¿No es el amor un gesto de valentía y generosidad hacia el otro y hacia nosotros mismos? Quizá haya que cortarle la cabeza al toro y aclarar qué significa eso de que “el miedo se disfraza”. Tratemos de decirlo de otra manera: ¿y si la causa del amor no fuera más que el miedo?

Cuando el miedo asoma

Primero, hagámonos la pregunta del millón: ¿Por qué tenemos miedo? Debemos ser honestos: esta emoción nos acompaña desde el principio de los tiempos y es la que nos permite huir o luchar y, por lo tanto, sobrevivir. Ante un acontecimiento emocional tan perturbador como el amor, es normal que se active en nosotros el miedo, para advertirnos que ese cambio puede traer algo negativo.

La utilidad que tenía el miedo en el pasado ha desaparecido precisamente porque se activa con mucha facilidad. Hoy respondemos de manera desproporcionada a incidentes que no representan amenazas reales. En otras palabras, etiquetamos situaciones que nos pueden hacer bien como “amenazas”.



El miedo deja de ser útil cuando nos bloquea, impidiéndonos divertirnos, sufrir o simplemente vivir. Historias pasadas de abandono, rupturas drásticas, dolor y sufrimiento dejan huellas en nosotros que condicionan nuestra forma de concebir y recibir el amor. Nos convertimos en "cobardes compulsivos" en el amor, tratamos de escapar del sufrimiento que caracterizó la relación anterior o del dolor que proviene de la soledad y de no sentirse amados.

Los disfraces del miedo

Si el miedo se activa con tanta facilidad y el amor es capaz de activarlo debido a problemas cardíacos previos, ¿cómo se manifiesta en la práctica? Veamos algunos ejemplos.

  • La "búsqueda del amor". En esencia, el disfraz favorito del miedo es la soledad. Un miedo debido a esos estereotipos que hacen que la idea de que estar solo es terrible penetre en nuestras mentes. Este miedo adquiere cierto peso cuando, consciente o no, nos empuja a buscar compulsivamente pareja para evitar un terrible destino. Si tratamos de controlar nuestro amor, su destinatario, su desarrollo y su explosión, corremos un gran riesgo.
  • Duda. Digamos que el amor llamó a nuestra puerta y le abrimos. Sin embargo, una sombra acecha en nuestra mente bajo una de sus formas favoritas… “¿Es realmente el momento adecuado? ¿No estoy apresurando las cosas demasiado lejos? ¿Es eso lo que realmente quiero?”. En este caso, es el miedo a la falta de amor lo que se hace sentir. Sabemos cuánto hemos sufrido y estas dudas son las cicatrices emocionales palpitantes del pasado bajo nuevas formas.
  • El perfeccionismo exasperado. Es aquella situación en la que sentimos la urgencia y la absoluta necesidad de complacer a la pareja, llegando incluso a cambiar nuestra personalidad, todo ello con el objetivo de que todo salga bien. Con solo pensar en ser abandonados de nuevo, sentimos que el mundo se derrumba sobre nosotros. Este es el miedo ligado a lo más humano de nosotros: el miedo a la pérdida, a la amenaza de que nos quiten una presencia vital para nosotros. Este miedo triunfará si permitimos que contagie a nuestra pareja.

¿Aceptar o pelear?

Llegados a este punto, la pregunta lógica que nos hacemos es: ¿estamos solos ante el peligro? Absolutamente no. Sin embargo, antes de empezar a pensar en el miedo o el amor, debemos ser conscientes de nuestra humanidad, de nuestra necesidad de amor y de nuestros miedos humanos. Debemos entender que el miedo siempre estará ahí y que depende de nosotros aceptarlo y elegir el amor.



Luego hay otra cosa que es inseparable de la vida y de la condición humana: el tiempo. Resaltar el factor tiempo puede parecer obvio, pero sigue siendo muy importante. El tiempo y sus poderes curativos nos afectan más de lo que imaginamos; nos ayudan a observar los episodios que nos han dado los miedos que hoy nos atenazan desde otra perspectiva.

Para concluir, somos nosotros, con nuestra individualidad, lecciones aprendidas y sabiduría personal. Y sobre todo somos nosotros con nuestra infinita capacidad de amar y nuestro incontenible deseo de ser amados, aceptados y apreciados.


El amor que hemos sentido, a pesar de todo lo que pueda implicar, nos da la extraordinaria capacidad de empezar a amar de nuevo. ¿Qué puede ser mejor que no exponernos a esta soledad, estas dudas y estas pérdidas, y luego elegir volver al amor? Ciertamente, así seremos nosotros quienes sofoquemos los miedos con nuestro amor, y no al revés.

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