Control de impulsos: técnicas psicológicas

Control de impulsos: técnicas psicológicas

Como seres emocionales, gran parte de nuestro presente y futuro está y estará condicionado por la capacidad de gestionar nuestras emociones y controlar nuestros impulsos.

Control de impulsos: técnicas psicológicas

Última actualización: 06 de junio de 2021

Podríamos definir un impulso como la fuerza intensa que dirige nuestros comportamientos, conquista nuestra capacidad de razonamiento y, en ocasiones, nos obliga a actuar como nunca pensamos. Controlar tus impulsos es una tarea abrumadora que requiere un autocontrol increíble y capacitación constante.



Esta es la única forma de adquirir la capacidad de canalizar su energía y explotarla a su antojo. Descubramos en este artículo cómo controlar los impulsos y las emociones.

Recordamos que somos seres emocionales y que mucho de nuestro presente y futuro está y estará condicionado por capacidad de gestionar nuestras emociones y controlar nuestros impulsos. Cada emoción, con su propia función positiva o negativa, sirve para movernos, para hacernos tomar una decisión.

La tristeza nos protege y nos ayuda a procesar una pérdida, el miedo nos empuja a escapar y evadir un peligro que pone en riesgo nuestra vida o nuestra integridad, la ira nos lleva a la autodefensa, etc.

Incluso si son nuestros aliados en la mayoría de los casos., las emociones pueden volverse problemáticas cuando pierden su funcionalidad, en el instante en que se convierten en un obstáculo para nosotros o para quienes nos rodean. Es en estos casos donde una buena gestión emocional puede marcar la diferencia.

Muchas personas luchan con emociones desbordantes. Es como si hubieran puesto el volumen de sus emociones al máximo y no pudieran desconectarse.

¿Por qué no puedo controlar mis impulsos?

Las personas con un manejo emocional deficiente ven la capacidad de controlar sus impulsos como una lucha cuesta arriba. Es particularmente en el trastorno límite de la personalidad que es difícil ignorar la avalancha de los propios impulsos. No hay términos medios: un día amas y al siguiente odias, un día estás entusiasmado con un trabajo y al siguiente estás harto.



Incluso las personas muy sensibles tienden a tener un control deficiente de los impulsos. y no tolerar la más mínima molestia ya que es demasiado dolorosa. Constantemente se dicen a sí mismos que no deben sentirse mal, que no deben sentir emociones negativas negando totalmente lo que sienten. A la larga, tal conducta alimenta las emociones que la persona trata de combatir.

La genética, si bien juega un papel importante, no es la única responsable de esta forma de ser y comportarse. Aunque en parte nuestra personalidad se define en el mismo momento en que nacemos, las experiencias y el contexto en el que vivimos también influyen mucho, sobre todo en la infancia.

El trauma, el abandono, el abandono de un progenitor, la humillación o un entorno opresivo en el que no se pueden dar rienda suelta a las emociones o afectos, son factores responsables de la reducción de la tolerancia al malestar, la mala regulación emocional y la ineptitud interpersonal.

¿Cómo aprender a regular los impulsos?

La psicología actual ha desarrollado multitud de técnicas y estrategias para fortalecer nuestra capacidad de control de los impulsos. En palabras de Marsha Linehan, tener una vida digna de ser vivida.

Lo primero que debe saber sobre el respeto es que estas técnicas tienen sentido solo y solo cuando reconoce que tiene un problema para controlar los sentimientos. Mientras no decidas conscientemente emprender un camino decisivo, cualquier medida psicológica que tomes será inútil. El primer paso es reconocer quiénes somos, cómo nos comportamos y cuál es nuestro objetivo.


Una vez superado este punto fundamental, estás listo para beneficiarte de las técnicas psicológicas que estamos a punto de enumerar. Para ver los resultados necesitarás tener paciencia, fortaleza y esperanza. Este es un proceso lento pero productivo si quieres.


Tolerancia al malestar

¡Más fácil dicho que hecho! estarás pensando. Y es cierto, pero no hasta el punto en que no podamos intentarlo. La tolerancia al malestar consiste en aprender y interiorizar de una vez por todas que el dolor es inevitable e impredecible. Tanto lo emocional como lo físico.

No puedes saber cuándo te picará una abeja, pero si lo hace, tendrás que tolerar el dolor hasta que te apliques la pomada adecuada. Para poder superar esa fase, necesitas poner en práctica, en orden, estas tres estrategias: distraerte, relajarte y enfrentarte.

Una vez hecho esto, será mucho más fácil aceptar radicalmente las emociones y amarguras de la vida, para no desanimarse ante los problemas.

Distracción para controlar los impulsos

Las emociones son intensas, pero no duran mucho, para ello se hace imprescindible distraerse hasta que bajen. ¿La mejor manera de distraerse? Estar con los demás: llamar a un amigo, charlar sobre un tema irrelevante, preguntarle cómo está.

Para distraernos, también podemos dedicarnos a nuestras actividades favoritas, como cuidar el jardín, salir a correr, ir a la playa o tomar un baño caliente.

La distracción sirve para evitar que tomemos decisiones o elecciones impulsivas. que luego podríamos arrepentirnos. Con el tiempo, el poder de nuestras emociones disminuirá y volveremos a ver la situación con más claridad.


Relajación para controlar los impulsos

Para relajarse es fundamental educar los cinco sentidos para esforzarse en prestar atención al presente. Relájate con tu sentido del olfato, la vista, el oído, el gusto y el tacto, de la manera que sabes trabajar contigo.

Deje su teléfono en casa, siéntese en un banco del parque y escuche lo que sucede a su alrededor. ¿Que ves? ¿Niños? ¿De qué color son sus ojos? ¿Puedes oler un perfume? ¿Flores? ¿Oyes la risa de los niños jugando?


Hacer frente a

Este es el paso más difícil porque implica encontrar una solución a su problema. Para hacer esto, necesitas tomar papel y lápiz y enfocarte en el problema en sí, no en la emoción. No te aflijas repitiéndote que estás enfermo, que tus emociones te están asfixiando es un hecho. Déjalos a un lado y piensa en una solución.

Responde a estas preguntas: ¿cuál es el problema? ¿Tiene que ver con el trabajo, la pareja, los amigos? ¿Qué quiero lograr? ¿Qué camino puedo tomar? Si tomo esta decisión, ¿alguien saldrá lastimado? ¿Cuál es la alternativa más saludable?

Después de responder estas preguntas, por fin serás capaz de tomar una decisión coherente sobre el problema y el plan a seguir.

Conclusiones

¿Por qué no intentar implementar estas estrategias de inmediato? Si sientes que se acerca el tsunami de tus emociones, di ALTO y pon en práctica nuestros consejos.

Con constancia y esfuerzo, poco a poco saldrás de la trampa que te aprisiona. ¡Confía en ti mismo y no te equivocarás!

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