¿Cómo se forma la primera impresión?

¿Cómo se forma la primera impresión?

Seguro que has escuchado que es importante dar una buena primera impresión o tal vez fuiste tú quien se lo contó a un amigo. De hecho, para las personas la primera impresión es muy importante porque sabemos que a partir de este primer impacto las personas se forman una idea de cómo somos de la que derivan una imagen que condicionará las relaciones futuras.

Pero, ¿cuál es realmente la primera impresión?

La primera impresión es solo una atribución subconsciente rápida de rasgos de personalidad basada en pequeños detalles. Si bien estas pequeñas señales pueden revelar una parte de nosotros, en realidad son muy ambiguas y no siempre están relacionadas lógicamente con la atribución. Por ejemplo, una persona puede tener cierto sentido al usar una expresión verbal, mientras que otra puede darle un sentido completamente opuesto.



Todos usamos este tipo de atribución en la vida cotidiana. Apenas unos segundos después de conocer a alguien, incluso sin intercambiar una palabra, ya estamos desarrollando una teoría sobre quiénes son y qué tipo de personalidad tiene.

Lo más interesante es que la primera impresión se forma básicamente a través de señales visuales y, en particular, por la información que obtenemos del rostro del otro. De hecho, nuestro cerebro sabe que las pistas faciales son las más significativas, ya que el rostro expresa emociones importantes que pueden ayudarnos a interactuar.

También es interesante notar que cuando nos presentan a alguien con características físicas similares a una persona que conocemos, tendemos a atribuirle algunas de estas características. Si la persona se parece a alguien que nos gusta, le atribuimos características más positivas y mostramos una actitud más abierta.

Juzgar rápidamente es parte del instinto de supervivencia

 


¿Qué hace que una persona haga juicios irracionales basados ​​únicamente en pequeños detalles? Lo cierto es que las primeras impresiones son un mecanismo muy útil para guiarnos y decirnos cómo comportarnos incluso cuando no tenemos suficiente información.


Sabemos que a nuestro cerebro no le gustan las situaciones confusas y, a veces, esto conlleva un peligro potencial. Así, cuando nos enfrentamos a una persona de la que no sabemos nada, rápidamente la analizamos en busca de alguna pista que nos permita orientarnos.

Así nace la primera impresión, un proceso de señalización básico que nos empuja a acercarnos o alejarnos de la persona si creemos que puede ser peligrosa para nosotros.

En este punto quizás te estés preguntando por qué somos capaces de atribuir ciertos rasgos de personalidad, algo complejo cuando lo piensas, partiendo de un simple escaneo mental. La respuesta está en nuestra memoria autobiográfica, es decir, en las experiencias que hemos vivido con otras personas.

A lo largo de nuestra vida hemos conocido a miles de personas y hemos interactuado con cientos de ellas. A partir de estas vivencias, de las películas, libros y vivencias que hemos vivido, hemos formado una representación de los diferentes tipos de personas que existen. Por ejemplo, todos tenemos una idea estereotipada de cómo debería ser un profesor universitario, un médico o un albañil.


Evidentemente, estas representaciones son solo un modelo, que puede ser más o menos fiel, pero que sirve de estándar para hacer una comparación a la hora de formarse la primera impresión. En realidad, no podemos evitar este mecanismo, ya que se activa automáticamente. Sin embargo, ser consciente de su existencia y de todos los estereotipos que pueden conllevar es un gran paso en el desarrollo de relaciones más abiertas.


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