Amor maduro: cuando el primer amor no llega en el orden correcto

Amor maduro: cuando el primer amor no llega en el orden correcto

Amor maduro: cuando el primer amor no llega en el orden correcto

Última actualización: 25 septiembre, 2016

A veces, el primer amor no siempre llega en el orden correcto. Hay relaciones que empezamos a una edad madura y que nos permiten descubrir personas mágicas e inesperadas en cuyos brazos nos gusta refugiarnos, porque huelen a hogar y sus besos huelen a azúcar y fuego al mismo tiempo. El amor maduro no tiene edad, es digno, vital y enérgico.



Un hecho común a muchas relaciones significativas en la edad madura es que uno de los dos integrantes tenía la clara confianza de que para él/ella las puertas del amor se habían cerrado Siempre. A veces recogemos fracasos sentimentales tan desoladores que tenemos la sensación de que nuestro corazón, ahora convertido en piedra, ha caído al fondo de un pozo.

Hay que recordar una cosa importante: no todas las personas, por el simple hecho de haber cumplido los 50 o 60 años, son capaces de construir un amor maduro, consciente y feliz. Hay muchos corazones amargados que nos han infligido dolor, que no han podido realizar el camino interior en el que poder perdonar, en el que hacer de las experiencias pasadas caminos renovados por recorrer con ilusión.

No son los años ni los dolores los que generan la madurez, sino la actitud y sabiduría de las emociones; sin embargo, no todos tienen un título o un doctorado en este sector. Te invitamos a reflexionar sobre esto.

Amor maduro: construyendo regalos perfectos

Cuando lleguemos a una época en la que las décadas hayan generado más historias en nosotros de las que podríamos contar, a veces nos vemos como esos frutos maduros ligeramente magullados en los bordes. No debemos olvidar nunca que las frutas maduras tienen un sabor mucho más dulce y agradable que aquellas demasiado verdes, demasiado duras y un poco amargas.



Nuestras experiencias no son un lastre; por el contrario, nadie debe ser el resultado de sus propias decepciones, fracasos y menos aún de las heridas infligidas por otros. Somos nuestra actitud ante lo vivido, nunca un mero resultado. Por esta razón, el amor maduro añade una dosis de sabiduría al sentimiento para poder construir lo que de verdad importa: regalos felices, regalos dignos y apasionados en los que descubrirse el uno al otro.

Ninguno de los miembros renuncia a su pasado, simplemente se aceptan., cómo aceptamos pieles desnudas habitadas por algunas cicatrices, algunas arrugas dejadas por el tiempo en esos rostros y cuerpos perfectamente imperfectos en los que, ciertamente, no importan las décadas o las decepciones; sólo el placer del "aquí y ahora".

Sabios artesanos del amor

Francesco Alberoni es un conocido sociólogo especializado en relaciones afectivas que nos regaló libros interesantes como “Enamorarse y enamorarse”. Según Alberoni, el ser humano aún no ha entendido cuáles son los mecanismos del amor auténtico y duradero. Muchos se dejan llevar por el naufragio químico que es el enamoramiento, la pasión, la necesidad del otro, pero pocos llegan a comprender que, ante todo, amar significa saber construir.

Los amores maduros ya saben en exceso lo que significa estar enamorado, por lo tanto en esta fase de la vida desean un sentimiento más profundo ya la vez delicado. Quieren intimidad, la complicidad de dos miradas que se significan sin palabras, quieren tener espacios comunes en los que respetar también la individualidad de cada uno. Anhelan un vínculo fuerte y noble para trabajar e invertir cada día en este pacto implícito pero presente: el amor.


Erich Fromm solía decir que amar es un arte. No es solo una relación placentera, esa que sin duda nos lleva a enamorarnos, en la que no hay que hacer nada, solo sentir, solo dejarse llevar, respirar, soñar y dejarse caer en los profundos meandros de deseo.


Amar es un arte porque requiere esfuerzo, es como dar forma a una escultura o a un lienzo en el que cada pincelada es fundamental para dar perspectiva, cuerpo y belleza a la obra. El amor maduro, ese que llega cuando ya hemos dejado nuestra juventud, es capaz de trazar cada movimiento con sutil perfección, porque es un experto artesano de las emociones, porque ya no necesita demostrar nada y sabe lo que quiere.


Las personas auténticas construyen amores auténticos, plenos y satisfactorios. No importa, por tanto, que el primer amor no llegara en el orden correcto. La vida, después de todo, siempre tiene un maravilloso toque caótico y no nos queda otro remedio que dejarnos llevar mientras avanzamos con ilusión y con el corazón siempre encendido, siempre joven.

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