Ambivalencia afectiva: quiero o tengo que hacer

Ambivalencia afectiva: quiero o tengo que hacer

¿Experimentas emociones opuestas, como amor y odio al mismo tiempo? ¿No entiendes por qué? Pues experimentar emociones contrapuestas es parte de la complejidad del ser humano.

Ambivalencia afectiva: quiero o tengo que hacer

Última actualización: 20 de abril de 2021

Tarde o temprano todos experimentamos ambivalencia emocional. Somos seres complejos hechos de emociones, sentimientos y contradicciones. Por lo tanto, es posible sentir alegría y tristeza al mismo tiempo, así como amar y odiar a una persona al mismo tiempo.


¿Alguna vez has amado a alguien sintiendo un gran rencor contra ellos por cómo te trataron? ¿Alguna vez has sentido alegría al ver a un familiar, pero también tristeza por su comportamiento?


La ambivalencia afectiva forma parte de la gama emocional del ser humano. En buena medida se considera una conducta adaptativa, ya que experimentar emociones opuestas nos ayuda a tomar decisiones y disipar dudas, afrontando situaciones de conflicto. Sin embargo, vivir en contradicción genera angustia y malestar.

¿Qué nos impulsa a sentir ambivalencia emocional? ¿Cuál es el origen de tales sentimientos opuestos? ¿Somos conscientes de las razones que nos llevan a comportarnos de esta manera? ¿Tiene algo que ver con los patrones de aprendizaje familiar a los que hemos sido sometidos?

Estas preguntas ponen de manifiesto la enorme complejidad emocional del ser humano, precisamente como lo demuestra Daniel Goleman en su teoría de la inteligencia emocional.

El concepto de ambivalencia.

Bleuler fue el primero en adoptar este término en 1911 para referirse al estado de ánimo en el que coexisten emociones opuestas, como el amor y el odio.

La ambivalencia se define como un estado en el que diferentes emociones entran en conflicto, en el que se experimentan pensamientos y/o emociones de naturaleza opuesta. La percepción de sentimientos opuestos suele percibirse como desagradable.


“La ambivalencia es la actitud emocional en la que coexisten impulsos opuestos, generalmente de amor y odio, derivados de una fuente común y, por tanto, para ser considerados interdependientes”.


-Azul-

¿De dónde viene la ambivalencia afectiva?

Suponemos que la forma en que sentimos y pensamos está influenciada por nuestro conocimiento del mundo, de la forma en que lo tratamos.

Serge Moscovici, en su teoría de las representaciones, explica que nuestro comportamiento se basa en un código a través del cual clasificamos todo lo que nos sucede. En otras palabras, damos significado a todo lo que experimentamos.

Además, de acuerdo con la corriente sistémica, la forma en que nos acercamos al mundo está estrictamente influenciada por la familia. El sistema familiar nos da información, a sabiendas o no, sobre el mundo y cómo comportarnos en relación con él.

En definitiva, podemos decir que la forma en que nos relacionamos con las emociones y los pensamientos está íntimamente ligada a dos factores importantes: el sistema familiar y las creencias que construimos a partir de nuestro conocimiento del mundo.

El sistema familiar, factor clave

Según Salvador Minuchín, la familia es una estructura basada en una red de relaciones dentro del cual hay otros subsistemas. Debe considerarse un todo diferente a la suma de sus partes, y pasa por un ciclo de vida en continua evolución al que el sistema se va adaptando.

Cada familia se rige por un conjunto de normas, reglas, modelos, límites y jerarquías que determinan su adecuación y funcionalidad. Las áreas de interés son tres: el pensamiento sobre el mundo, las emociones que de él se derivan y la conducta que llevamos a cabo en base a los dos puntos anteriores.


En otras palabras, la educación recibida dentro del sistema familiar nos transmite implícitamente hábitos y creencias.

“La familia es el sistema que más define y configura el desarrollo de la persona desde su concepción”.

-Bronfenbrenner-

La familia define quiénes somos

Cada familia tiene comportamientos normalizados completamente opuestos. de los de otra unidad familiar. Hay, por ejemplo, familias en las que todos cenan juntos a la misma hora y otras en las que cada miembro come solo y cuando lo prefiere.


¿Alguna vez ha sido invitado por alguien y ha notado patrones de comportamiento diferentes a los suyos? Otro caso común es cuando hablando con amigos surgen dinámicas familiares impensables para ti.

“La familia se configura como una totalidad, donde el comportamiento de cada miembro está ligado y depende de los demás”.

-Salvador Minuchin-

"No sé lo que esperan de mí y lo que quiero"

"¿Qué es lo que realmente quiero?". Probablemente todos nos hemos hecho esta pregunta. Al mismo tiempo, es posible que nos hayamos preguntado qué esperan los demás de nosotros. Aprendemos a hacernos una idea del mundo y a tomar decisiones. Decidimos, por ejemplo, quiénes queremos ser, dónde vivir ya quién amar.

Las cosas se complican cuando lo que queremos entra en conflicto con las ideas preestablecidas de los patrones familiares con los que crecimos. Lo que siempre nos han hecho creer como correcto puede no serlo, así que aprendemos a despegarnos de creencias que alguna vez creímos nuestras.


Por un lado, seguimos nuestros instintos; por otro lado, esas viejas concepciones resurgen, y aquí entramos en contradicción.


Ambivalencia afectiva: vivir en un estado de constante contradicción

Las contradicciones nos inmovilizan, nos provocan un profundo malestar emocional. Sentirse ambivalente altera nuestro equilibrio psicológico y nos lleva a desperdiciar mucha energía, abrumados como estamos por los sentimientos.

Vivir en constante indecisión nos agota, afectando nuestra autoestima y nuestro estado de ánimo. La vida se compone de decisiones y es fácil sentir miedo y estrés a veces. Pero cuando el malestar nos abruma, nos hundimos.

¿Qué hago si estoy en un estado de ambivalencia emocional?

  • Deténgase. Tenemos que escucharnos unos a otros para entender lo que nos pasa. ¿Qué nos hace sentir de esta manera? ¿En qué situación estamos?
  • Cuestionar el origen de las dudas. Analizar el origen de nuestra indecisión es el primer paso para esclarecer.
  • Tomar conciencia de la propia realidad, de lo que es mejor para uno mismo. Tenemos que sopesar lo que amamos y lo que no. Ser consciente de lo que nos pasa es la mejor forma de definir y aceptar determinadas situaciones.
  • Manejar las emociones, tratar de identificarlas. ¿Lo que siento? ¿Cómo manejo mis sentimientos? Una mala gestión de las emociones conduce a un aumento de la ambivalencia, por ello es necesario identificarlas y canalizarlas de la mejor manera posible.
  • Exprésate, pide ayuda. Es bueno decirles a los demás cómo nos sentimos. Comunicar nuestras preocupaciones y liberar nuestra angustia puede ayudar a disipar nuestras incógnitas.

Para citar a Goleman, “cada emoción nos predispone de manera diferente a la acción; cada uno de ellos nos muestra un rumbo que, en el pasado, nos ha permitido resolver adecuadamente los innumerables desafíos que ha tenido que enfrentar la existencia humana”. Por ello, incluso la ambivalencia afectiva debe ser escuchada y gestionada.


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