11 preguntas que nos hacemos tras la muerte de un ser querido

11 preguntas que nos hacemos tras la muerte de un ser querido

11 preguntas que nos hacemos tras la muerte de un ser querido

Escrito y verificado por el psicólogo. ObtenerCrecimientoPersonal.

Última actualización: 14 de diciembre de 2021

La muerte de un ser querido nos provoca un fuerte dolor y nos hace entrar en una especie de letargo del que parece imposible salir. Es un estado natural después de una pérdida, el duelo, sin embargo, cambia y difiere de persona a persona.



Cuando alguien nos deja, algo dentro de nosotros se fractura.. Es un sentimiento difícil de explicar y que trae consigo multitud de pensamientos y preguntas, que muchas veces no podemos responder.

Para prestar atención a estos sentimientos y ayudarnos a nosotros mismos, debemos permitirnos explorar y desenterrar las preguntas que nos atormentan y capturan nuestra mente. Hablar y no vetar es fundamental. Las respuestas a esta situación son muy variables, van desde el llanto y la ansiedad hasta la tristeza y el miedo.

Es fundamental darnos tiempo para reaccionar y elaborar, pero también para permitir que las personas que nos quieren nos acompañen. El silencio, las miradas, la sensibilidad, la presencia sin presiones ni molestias, son factores que en estos momentos valen más que las palabras..

Miro al cielo y te busco entre las estrellas, busco tu imagen perdida en las sombras.

Dibujo tu rostro en las nubes que veo pasar, viajando sin rumbo, y dejándome guiar por la luna, le pregunto:

¿Dónde estás?

Y de inmediato mi pecho se estremece dándome la respuesta junto con una lágrima que cae y que nuevamente me hace comprender: no estás aquí, te quedas en mi corazón.



-Autor desconocido-

11 preguntas y 11 respuestas tras la muerte de un ser querido

Si bien todos experimentan la muerte de un ser querido de manera diferente, hay algunas preguntas comunes durante el duelo.. No nos es posible obviar esta realidad, ya que a nuestro estado emocional se suma una gran tristeza e incertidumbre. Veamos algunas de las preguntas más frecuentes ((Martínez González, 2010):

1. ¿Olvidaré su voz, su risa, su rostro?

Cuando muere una persona cercana a nosotros, hacemos todo lo posible para mantener su presencia en la vida cotidiana. Sentimos que olvidar su risa, su mirada, su rostro y su forma de caminar sería como traicionar a la persona misma. Sin embargo, el tiempo hace que su memoria sea menos clara y nos asaltan las dudas. La posibilidad de olvidar sus características físicas nos causa un gran sufrimiento.

En este sentido, debemos saber que aunque el ser amado ya no esté y ya no podamos tocarlo ni escucharlo, permanece en nuestro corazón. El cariño y los momentos vividos quedan en nuestros corazones, nada ni nadie nos los podrá quitar, ni siquiera el tiempo.

2. ¿Me estoy volviendo loco? ¿Seré capaz de soportarlo?

La pérdida de un ser querido provoca un estado de shock, un bloqueo, algo sumamente difícil y alienante. Estas emociones, todas juntas, crean la sensación de pérdida de control sobre nosotros mismos. Hay que decir que casi siempre es una fase transitoria necesaria para procesar el evento de inmediato, es como un mecanismo de defensa que alinea nuestra gran fuerza interior para recolectar las energías que necesitamos para volver a la superficie y continuar con nuestra vida.


3. ¿Cuánto durará todo esto?

La respuesta a esta pregunta es extremadamente variable., porque el tiempo depende de las circunstancias que se hayan dado, de las características personales, de la relación que nos unía, de la forma en que se produzca la pérdida, etc. En cualquier caso, el primer año es muy difícil, todo nos recuerda a la persona fallecida, a medida que avanzan las fechas en el calendario. Las primeras navidades, los primeros cumpleaños, las primeras vacaciones, etc.


El desánimo por no poder compartir hechos, logros y sentimientos con esta persona nos hace revivir constantemente la tragedia. Sin embargo, podemos decir que este tiempo interior no es un tiempo pasivo, ya que nos ayuda a aceptar la muerte y, poco a poco, a vivir con ella.

4. ¿Volveré a ser el mismo de antes?

La respuesta es no. Es evidente que la muerte de un ser querido nos marca y nos quiebra, y esto inevitablemente nos cambia. perdemos una parte de nosotros mismos, una parte que se va con esta persona. Maduramos en algunos aspectos, redefinimos nuestro sistema de valores, valoramos cosas diferentes, pensamos diferente. Todo esto constituye un proceso de crecimiento que muchas veces se convierte en un mayor compromiso con la vida.

5. ¿Por qué me pasó esto a mí? ¿Por qué me dejó? ¿Porqué ahora?

Es en un intento desesperado por comprender lo incomprensible e injusto que nos hacemos estas preguntas. Tienen la función de ayudarnos a revisar, analizar y comprender la realidad de forma racional, porque sentimos la necesidad de controlar y gestionar la situación para combatir la ansiedad.


La muerte de un ser querido no es bienvenida ni deseada. Ante la ausencia de respuestas terminaremos preguntándonos “para qué”, lo cual será mucho más adecuado para reestructurar nuestra experiencia y nuestro duelo.

6. ¿Estoy enfermo?

No. La angustia y los sentimientos de duelo por la pérdida de un ser querido no son una enfermedad. Son parte de un proceso natural por el que tenemos que pasar. Esto no quiere decir que no debamos prestarles especial atención, al contrario, siempre debemos meditar cuidadosamente sobre ellos. Necesitaremos un tiempo indefinido para recuperarnos y restablecer un equilibrio psicológico que nos permita gestionar nuestras emociones y pensamientos.


7. ¿Necesito ayuda psicológica?

Es normal sentirse mal durante el duelo. Al principio, la persona que sufre necesita expresarse, revisar y recordar al difunto de manera constante, repetida. Algunas personas necesitan un profesional que les defina los límites del malestar, que les escuche, acompañe y comprenda incondicionalmente.

Todo esto lo ofrece la terapia, pero sin duda no todos necesitan ayuda terapéutica para transitar este camino. Esto depende de las condiciones personales.

8. ¿Qué hago con sus cosas?

Las reacciones suelen ser extremas. Algunas personas se deshacen de todo, con la idea de que aliviarán el dolor del recuerdo. Otros, en cambio, conservan todo tal como lo dejó el difunto. Cualquier reacción nos demuestra que no hay aceptación ante la pérdida, por lo que se recomienda ayudar a estas personas a asimilar la ausencia.

No hay mejor manera de proceder, pero definitivamente es recomendable no ir a los extremos. Lo mejor es deshacernos de las cosas o repartirlas poco a poco, ya que tenemos la fuerza y ​​procesamos la pérdida. Sin embargo, debemos tener en cuenta que conservar las cosas que tienen más valor sentimental nos ayudará a recordarlas con amor y cariño, en función del significado que les demos.

9. ¿El tiempo lo cura todo?

El tiempo no lo cura todo, pero sin duda nos ofrece una nueva perspectiva. Al agregar tiempo y experiencias a nuestro viaje, agregamos distancia entre el evento doloroso y el presente. Esto nos lleva a elegir qué actitud adoptar en nuestra vida: podemos tener una actitud derrotista o podemos tener una actitud de superación. El tiempo nos lo recuerda.

10. ¿Cuándo termina el luto?

El duelo termina cuando volvemos a mostrar interés por la vida y los vivos. Cuando invertimos nuestras energías en las relaciones, en nosotros mismos, en nuestros proyectos laborales y en nuestro bienestar emocional. Es entonces cuando comenzamos a renovar nuestro entusiasmo por la vida.

Termina cuando podemos recordar a la persona amada con amor, cariño y nostalgia, sin que el recuerdo nos arrastre a un dolor profundo, a un malestar emocional sin fin.

11. ¿Qué hago con todo lo que estoy sintiendo?

Ante el torbellino de emociones y sensaciones que nos han embargado, nos encontramos ante el escenario de la utilidad. Cada una de estas manifestaciones tiene un significado íntimo que debemos trabajar, explorar y descifrar para reconstruirnos. Nos puede ayudar escribir sobre ello, escuchar música que estimule el procesamiento de emociones o practicar actividades que sean significativas para nosotros.

Esto nos ayudará a apreciar y recordar con cariño a la persona fallecida, que nunca nos abandonará porque permanecerá en nosotros en forma de recuerdos y enseñanzas. Seremos su esencia, la esencia que nunca desaparecerá.

Ilustración principal de Mayra Arvizo

 

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